
Lamentablemente, la poca sustentabilidad de los sistemas de generación hacen que las alternativas a las centrales hidroeléctricas sea las termoeléctricas, que se enfrentan a dos encrucijadas: Primero, una de tipo ambiental, para las que aún utilizan petcoke y se encuentran cercanas a centros urbanos; y segundo, de tipo económico, cuando se trata de centrales que usan como combustible el petróleo, cuyo costo es ampliamente conocido.
El problema energético debe ser entendido hoy como un conjunto, donde no sólo se trata de la electricidad que llega -poca o no- a las industrias, hogares u oficinas. Es un problema que se vive hace años, por ejemplo, con los vehículos motorizados y el uso de los derivados del petróleo de manera casi insustituible, con un impuesto específico que sitúa sus precios en el rango de los más altos en el mundo. Hoy, al tiempo, el tema no es si las medidas del Gobierno son o no acertadas. Todo lo que permita paliar la situación será efectivo, más si se logra con esto crear una cultura de ahorro energético. Pero junto con esto, también se hace necesario buscar alternativas que permitan que Chile se diversifique y abandone esta complicada dependencia energética.